En
marzo de 1847 el general estadounidense Winfield
Scott y su ejército desembarcaron en el puerto de Veracruz. Esta maniobra
fue parte crucial de la estrategia de Estados Unidos para tomar la capital de
México. En ese momento la costa de la Alta California ya se encontraba
bloqueada por la armada estadounidense y gran parte del norte del país había
sido capturado. Sin embargo, pese a estos avances, el puerto de Veracruz
representaba la entrada hacia la ruta de acceso más directa hacia la capital:
la Ruta de Cortés.
Inspirados en la caída de
Tenochtitlán tres siglos atrás, los norteamericanos planearon un desembarco sin
precedentes que les permitiría transportar diez mil soldados, armas y
provisiones en ruta hacia la Ciudad de México. Sin embargo, el primer obstáculo
a sortear sería la ciudad amurallada de Veracruz, considerada en ese entonces
la fortaleza más formidable del continente. Pese a no haber recibido apoyo de
la capital, que se encontraba inmersa en una revuelta, Veracruz resistió un
sitio de veinte días de bombardeo continuo, tras los cuales finalmente capituló
el día 29 de marzo.
Para llevar a cabo el primer
desembarco anfibio del ejército norteamericano y uno de los primeros bombardeos
urbanos a gran escala, fue esencial el conocimiento minucioso de las
fortificaciones del puerto mexicano. Por tal motivo los mapas militares jugaron
un papel crucial en la invasión. Estos mapas son herramientas esenciales para
las decisiones tácticas en una campaña tanto ofensiva como defensiva. Es vital
tener información de gran precisión para poder evaluar el terreno, calcular las
rutas de ataque, establecer las posiciones del enemigo y anticipar situaciones
cambiantes durante la batalla.
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